Casi 19...

Autor/es
Alicia Zavala

    19.

    ¿Y tu papá? –Está en el Norte. Esa fue la respuesta que utilicé por 17 años cada vez que alguien preguntaba por mi padre. De niña, estaba acostumbrada a ver a mi padre una vez al año. Esa era mi realidad y la de la mayoría de las familias que vivían en mi vecindario e incluso en la primaria a la que asistía. Durante todo ese tiempo, siempre pensé que era normal que la figura paterna estuviera ausente, puesto que todos mis tíos también estaban en el Norte. Mis hermanos y yo esperábamos con ansias diciembre, pero no por la Navidad sino porque ese era el mes en que mi padre regresaba y se quedaba por dos o tres semanas con nosotros. Esas semanas eran los únicos días en los que éramos una familia tradicional de verdad. Pero apenas pasaba el Día de Reyes y mi papá tenía que irse.

    Al comenzar la secundaría fue cuando me di cuenta de que no todas las familias funcionaban como la mía. Descubrí que había familias en las que el padre jamás se ausentaba, así que siempre estaban juntos. Fue un tanto doloroso aceptar que si mi padre no estaba con nosotros era porque en Yuriria no había trabajo y la única manera que él encontró para poder mantener a su familia fue la de inmigrar. También me di cuenta que los padres de mis compañeros no inmigraban porque no tenían necesidad de hacerlo, ya que ellos tenían una profesión y algunos incluso sus propios negocios. En ese momento acepté mi realidad, de mi grupo de amigas, yo, era la más pobre. Claro que no por eso me sentía menos que ellas y mucho menos traté de aparentar no lo que no era. Todo lo contrario, asumí mi realidad y seguí con mi vida. Así transcurrió mi niñez y adolescencia, entre los regaños de mi madre y la ausencia de mi padre. No sabía que lo más difícil estaba por venir.

    Al cumplir quince años mi madre y uno de mis hermanos inmigraron a los Estados Unidos. Dos años después fue el turno de mis hermanas y mío. Recuerdo que al enterarme de la noticia sentí mucha tristeza pues no estaba lista para dejar a mis amigos y a mi novio. Sabía que aunque llorara, pataleara y rabiara, mi madre jamás dejaría que me quedara. Lo único que pensé en ese momento fue que no era un adiós sino un hasta pronto, pues pensaba regresar.

    Desde ese día, han pasado 19 años. 19 años en los que los obstáculos y problemas han estado a la vuelta de la esquina. Un país nuevo con un idioma distinto, eran sólo el comienzo. En estos 19 años he sido vista con desprecio por no hablar la misma lengua o por no tener el mismo tono de piel. He trabajado en panaderías, centros de llamadas, tiendas de ropa y fábricas tratando de demostrar que no por verme diferente a los demás valgo menos como persona. Y aun cuando lograba un buen desempeño y sobresalir en mi trabajo, varias fueron las ocasiones en las que se me negó un asenso porque algún americano tenía antigüedad.

    Hoy, siendo ciudadana de este país y con un doctorado de una de las mejores universidades de Texas, recuerdo esos momentos y caigo en cuenta que gracias a ellos estoy aquí. Sin embargo, me es imposible no reflexionar sobre las circunstancias que obligaron a mi familia a estar separada por tantos años. La pobreza y escasez de trabajo que se tiene en gran parte del territorio mexicano, son sin duda los detonantes no sólo de la inmigración a los Estados Unidos sino del brote de violencia por la que atraviesa el país. Parece imposible pensar que la situación en México mejore.

    El nuevo gobierno parece optimista y ha destapado una cloaca de corrupción dentro de una de las más grandes empresas gubernamentales. No obstante, esto es sólo el comienzo. Ante las acciones del gobierno la respuesta del crimen organizado no se ha hecho esperar, lo cual parece ser la premonición de un problema que va más allá de la ordeña de combustible. En medio de todo esto, la comunidad migrante se encuentra hoy más que nunca en una encrucijada. Por un lado, dejar a su familia desprotegida en medio de la ola de violencia que se vive a lo largo y ancho del país. Por el otro lado, desean llegar a un país que se jacta de decir que es una nación forjada por migrantes mientras que al mismo tiempo separa familias, encierra a los niños  y conspira para construir un muro en la frontera sur que los mantenga separados del resto del continente.

    Es por esta razón que me parece pertinente que ante la falta de propuestas por parte de ambos gobiernos, la sociedad se una a las iniciativas y asociaciones civiles para juntos buscar una solución a la crisis migratoria que se vive actualmente.